jueves, 19 de julio de 2018

Arañas venenosas en España

Las arañas son artrópodos de la clase de los arácnidos. Forman el séptimo orden con más especies del planeta (más de 46500) y están distribuidas por todos los continentes excepto la Antártida. Son carnívoras depredadoras de pequeños animales (sobre todo insectos) y producen un material de gran valor, la seda, con la que tejen sus telas para refugiarse o cazar. Su tamaño oscila entre los 0,5 mm y los 9 cm (25-30 cm si tienen las patas extendidas).

En cuanto a su anatomía, tienen el cuerpo dividido en dos regiones: el cefalotórax y el abdomen. Además, tienen como apéndices cuatro pares de patas locomotoras, un par de pedipalpos (con los que los machos cortejan a las hembras) y un par de quelíceros. Todas las especies conocidas de arañas tienen veneno en estos últimos para paralizar a sus presas y/o defenderse, pero la peligrosidad de este varía de unas especies a otras y suele aumentar conforme mayor es el tamaño de la araña, pudiendo llegar a ser mortal.


Aquí en España tenemos varias especies de arañas de considerable tamaño (1-4 cm de cuerpo, 8-15 cm contando las patas) cuya mordedura, no picadura como dice mucha gente, debería ser tratada por un médico al poder atravesar nuestra piel, aunque su veneno ni mucho menos sea mortal. A continuación veremos cuáles son para que podáis identificarlas si las veis; no obstante, en contra de lo que suele pensarse, las arañas buscan lugares oscuros y apartados y tienden a huir de los humanos, mordiéndonos solo para defenderse:

• Viuda negra europea (Latrodectus tredecimguttatus): es de color negro brillante y puede presentar manchas rojas en el abdomen. Suele aparecer debajo de las rocas, fabrica telarañas con forma de caperuza y su veneno podría matar a un animal del tamaño de un conejo con facilidad. En el ser humano, su mordedura tiene un efecto necrotizante (paraliza las células de los tejidos de alrededor) y es muy dolorosa.


• Araña de saco amarillo (Cheiracanthium punctorium): tiene un abdomen de color amarillo pálido y un cefalotórax marrón o anaranjado. Normalmente se mantiene en el exterior y fabrica sacos de seda como refugio en los rincones de las edificaciones. Su mordedura en humanos es muy dolorosa al principio, produciendo edemas y ampollas así como sensación de quemazón. Incluso puede tener reacciones como náuseas, vómitos o fiebre.


• Araña violín o reclusa (Loxosceles rufescens): es de color marrón pardo, aunque pueden encontrarse algunas grises o de color crema según el medio en el que vivan, ya que se camuflan. Su hábitat preferido son los sitios oscuros y húmedos, tales como sótanos, oquedades o la corteza de los árboles. Su mordedura tiene en nosotros un efecto necrótico, produciendo hinchazón, e incluso puede desembocar en problemas respiratorios.


• Tarántula europea o araña lobo (Lycosa tarentula): los machos son blanquecinos y las hembras son pardas con marcas oscuras y líneas en las patas. Suele vivir en cuevas que ella misma excava y cuya entrada forra con hierbas y palitos unidos con seda, como formando un tapiz. Suele ser muy agresiva cuando se siente amenazada y su mordedura causa dolor e inflamación, e incluso síntomas más graves como necrosis, náuseas o pulso acelerado.

Hembra (imagen tomada en el Cabo de San Antonio - Jávea)
• Araña vagabunda (Tegenaria agrestis): es bastante pequeña (en torno a 1 cm de tamaño) y su coloración es una mezcla de marrón y tonos de tierra tostada. Normalmente construye telarañas en forma de embudo y vive al aire libre, alejada del ser humano. Los efectos de su mordedura suelen ser ampollas que pueden tardar mucho tiempo en sanar o dejar cicatrices de por vida.


Esperamos que gracias a este artículo podáis identificar las arañas más peligrosas que tenemos en nuestro país. El objetivo del mismo ni mucho menos es generar aracnofobia, sino acercaros una pequeña parte de nuestra inmensa biodiversidad.

CONSEJO: si tenéis la buena o la mala suerte (según se mire) de encontrar una de ellas, no la ataquéis ni la intentéis matar: se defenderá y puede ser peor. Además, hay que cuidar a las arañas porque son una pieza fundamental de las cadenas tróficas de nuestros ecosistemas y juegan un papel crucial para controlar el número de insectos.

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